viernes, 6 de noviembre de 2015

El miedo

A lo largo de  mi vida he sentido diferentes tipos de miedos. Confieso que he vivido verdaderas situaciones de pánico ante la idea de perder un ser querido, sacar una mala nota, no lograr una meta propuesta, de que mi mamá me descubra en alguna mentirilla, de no estar a la altura de lo que esperan de mí, de no encontrar a mi gran amor, de quedarme sola y olvidada por las personas que amo; o miedo al dolor físico como parir, sacarme una muela, darme unos puntos, y hasta  inyectarme con una duralgina.

A mis 36 años puedo decir que casi todos los he vencido, bueno excepto el de perder a un ser querido. No logré una meta?, pues me consuelo proponiéndome otra más alcanzable; además aprendí que los verdaderos amigos nunca te dejan sola y que el amor está en todas partes. Creo que he amado lo suficiente y me han amado, por lo que vivo eternamente enamorada de las personas que tengo a mi alrededor. Adoro la familia que he logrado crear junto a mi amor eterno.

Sin embargo, desde hace un tiempo estoy experimentando un nuevo tipo de miedo. Uno que me desvela, me pone a pensar, me estruja y me encoje. Es el miedo a no estar ahí para mis hijos para mimarlos, malcriarlos, alimentarlos, protegerlos, consolarlos en su primer desengaño amoroso, o educarlos en los valores en los que creo. Me aterroriza la idea de no verlos crecer y me entra pánico pensar que pudiera perderlos. Quizás ahora entiendo mejor el desespero de mi abu y el dolor infinito de mi tía.